
Entre las múltiples figuras que se crearon para recaudar ingresos, destaca el diezmo, percepción que cobraba el señor por el mantenimiento y reparación de un templo que era utilizado por los aldeanos como parroquia. Los señores feudales no eran siempre militares, sino que la propia Iglesia estaba también integrada en este sistema. Las catedrales, abadías y monasterios tenían también posesiones, y el diezmo se convertía así en una de sus fuentes principales de recursos.
Finalmente, junto con estos derechos económicos claramente pecuniarios, había otros más sutiles, conocidos con el nombre genérico de banalidades, habituales en los siglos XII y XIII. Consistían en la imposición de obligaciones del tipo de acudir exclusivamente al molino de señor, por ejemplo, o prohibiciones de llevar a cabo determinadas faenas del campo hasta una determinada fecha, para que el señor pudiera vender antes su producción. Estos derechos eran más de tipo jurisdiccional, pues eran impuestos directamente por el señor mediante un bando (bannum, de ahí su nombre).
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